martes, enero 17

UN ESPEJO PARA EL ALMA

Como todos los días, hoy me miré al espejo antes de salir del departamento. Es una costumbre. No sé desde cuando la tengo, pero creo que al menos es desde que empecé a tener conciencia de mi.

Me imagino que la mayoría de las personas hace lo mismo. Aunque a veces, cuando veo que alguien anda por el mundo viéndose patético, me lo cuestiono.

Me pregunto entonces, porque no existe un espejo para verse el alma. Si hemos logrado llegar hasta la luna, no entiendo porque nadie lo ha inventado todavía siendo un elemento tan necesario. Si lo tuviéramos, quizás sería más fácil ser honestos con nosotros mismos.

No es que me sienta traicionándome, no, para nada. De hecho, creo que con el tiempo he aprendido a ser consecuente con mi inconsecuencia. Sí. Aunque suene a trabalenguas. Creo que ser consecuente con el 100% de nuestros actos, es imposible. Yo asumo que de pronto me asaltan las contradicciones y he aprendido a vivir y lidiar con ellas.

El tema es que si tuviera un espejo para el alma, quizás no se me olvidarían tantas cosas que por instantes me hacen ver el real sentido de todo... sería un constate recuerdo de que nada importa más que estar sano y vivir con amor. Claro que es rico tener un trabajo, tener plata, tener éxito... pero ¿de que sirve todo eso cuando estás botado en la cama sintiéndote pésimo? ¿de qué sirve cuando estas sólo y tienes que conformarte con decirte a ti mismo lo grandioso que eres?

Hoy en la mañana, cuando escuché a una mamá suplicando que alguien done un hígado para su hijo, se me recogió el corazón y necesité más que nunca ese espejo que me mostrara lo egoísta que soy. De nada sirven las buenas intenciones y esa conmoción que se estanca a penas cambias de canal. Tuve ganas de salir corriendo a darle un abrazo y un poco de plata, porque claramente un hígado no estaba en mis reales posibilidades.

Pero no hice nada. Nada. Y ahora que estoy en mi casa sin mayores preocupaciones que yo misma, necesito con urgencia que alguien me regale ese espejo que no me haga olvidar nunca que lo bueno de tener un corazón sensible sólo se transforma en virtud cuando se hace algo que va más allá de emocionarse un par de minutos.

Foto: Aguas de Vichuquén, enero 2006.


ESPERA


Hace tiempo que no escribo. Hace tiempo que no sentía la necesidad de escribir. Pero el 2006 entró en mi ciclo vital como una tormenta y hoy, después de digerir esos primeros días que me removieron por entero, me siento frente al computador una vez más.




Por momentos siento que tengo demasiadas cosas que decir, pero por instantes las palabras se me hacen insuficientes. En un par de semanas viví y sentí cosas que nunca había sentido. En un par de semanas creí aprender más que en el año entero.

Trato de decantar tantas sensaciones quizás con el único propósito de transmitir algo de lo que en ese entonces me pareció tan vital entender... ahí, cuando entre pasillos largos y oscuros no hacía otra que esperar...

Era una espera injusta y que estremece. Una espera que te hace gritar de felicidad al verte sano y lleno de vida, pero que te derrumba al hacerte constatar que todo puede terminar en tan sólo un segundo. Entonces entiendes un poco más de todo. Sufres simplemente por ver el dolor de otros. Amas simplemente porque es la mejor opción para mantener vivo el corazón. Entonces entiendes que de nada sirven las cosas que por meses te pudieron quitar el sueño. Todo tiene otro valor. Todo se tiñe de otro color.

Esperar la muerte.... ¿no es acaso la espera más angustiosa de todas? No depende de ti. No depende de nadie. La figura de Dios se hace todavía más poderosa. Más concreta. Cada segundo tiene valores insospechados. Cada cosa que ves, que dices o que callas tiene un sentido. La vida se torna más vital que nunca cuando la muerte está presente.













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